Antonio
Hoy no puedo llorar
Hoy no puedo llorar
y nada lloro.
Sangre seca tapa mis lacrimales,
tapa mis ojos.
No puedo llorar, no lloro nada.
Hay cien mil muertos en Birmania,
cientos en Palestina,
cientos en Irán
y otros miles y miles
dispersos por otros lugares
de este mundo infectado
por la enfermedad de la codicia,
por la bacteria del odio,
y virus de la venganza.
Hoy no puedo llorar y nada lloro.
Sangre de pueblos enteros
tapa mis lacrimales,
ciega mis ojos.
Y aquí los poderosos,
los que tienen el poder
para hacer, no hacen nada.
Que les diremos a nuestros
hijos, a nuestros nietos,
a Dios…
¿Qué nos diremos?
Hemos dejado morir a tanto hermano,
a tanta mujer, a tanto niño, a tanto anciano.
Y no puedo llorar…
Me duelen tanto los ojos
de ver tanto dolor
y, sobre todo,
tanto abandono.
No es hora de llorar,
ya no es la hora.
Es hora de gritar a los cuatro
puntos cardinales,
a los cuatro vientos,
a las cuatro esquinas,
a la redondez elíptica de nuestra tierra.
¡Basta de no hacer nada!
¿Dejarás que tus hermanos
mueran en guerras?
¿Permitirás que tu madre
muera por el terrorismo,
por una bomba?
Abandonarás a tus sobrinos
en un hospital sin medicinas
para que mueran de Sida, de Ébola
u otra enfermedad, quizá del Cólera ?
Darás la espalda a tu padre
en el invierno para que muera de frío?
¿Vas a dejar que tus hijos
mueran de hambre?
Hoy no puedo llorar
y nada lloro.
Es hora de gritar
a los cuatro poderosos,
a los cuatro ricos cardinales,
a bancos, multinacionales
y capciosos que se enriquecen
con el hambre, con el frío,
con el dolor, la muerte ajena.
¡Basta de jugar con nuestra vida!
Yo me reconozco en cada hambriento,
en cada dolorido,
en cada niño, hombre
y mujer violentados.
En cada muerto, me reconozco.
Derribaremos los muros
de vuestro corazón, de vuestra ira,
de vuestro mirar a otro lado,
de vuestro odio.
Derribaremos, si, los muros
levantados por vuestra codicia.
Con nosotros, si, con nosotros,
cuando no vuestros hijos,
vuestros nietos os mirarán asustados
por tanto dolor infringido por vosotros.
Os mirarán doloridos por el dolor ajeno
y os llamarán locos, locos, locos.
Hoy no puedo llorar
y nada lloro.
Pues secaron mis lágrimas
el dolor que ven mis ojos.
Antonio Gancedo
10/05/2008