septiembre 14, 2010

Cuentos Zen

Sensibilidad

¿Cómo puedo yo experimentar mi unidad con la creación? Escuchando, respondió el Maestro. ¿Y cómo he de escuchar? Siendo un oído que presta atención a la cosa más mínima que el universo nunca deja de decir. En el momento que oigas algo que tú mismo estás diciendo, detente.

Ofuscación

¿Cómo alcanzaré la vida eterna? Ya es la vida eterna. Entra en el presente. Pero ya estoy en el presente... ¿o no? No. ¿Por qué no? Porque no has renunciado al pasado. ¿Y por qué iba a renunciar a mi pasado?. No todo el pasado es malo... No hay que renunciar al pasado porque sea malo, sino porque está muerto.



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Cuentos Zen - Interioridad y Carisma

Interioridad

El discípulo quería un sabio consejo.
Ve, siéntate en tu celda, y tu celda te enseñará la sabiduría, le dijo el Maestro.
Pero si yo no tengo ninguna celda... Si yo no soy monje...
Naturalmente que tienes una celda. Mira dentro de ti.


Carisma

El discípulo era judío. ¿Qué es lo que debo hacer para ser aceptable a Dios?, preguntó.
¿Y cómo voy a saberlo yo?
Respondió el Maestro. Tú Biblia dice que Abraham practicaba la hospitalidad y que Dios estaba con él. Que a Elías le encantaba orar y que Dios estaba con él. Que David gobernaba un reino y que Dios también estaba con él.
¿Y tengo yo alguna forma de saber cuál es la tarea que se me ha asignado?
Sí. Trata de averiguar cuál es la más profunda inclinación de tu corazón, y síguela.





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Con dolor -Una poesia de Antonio Gancedo

De: Antonio Gancedo
Hola amigos, les envio un poema con dolor por todo lo que esta ocurriendo en este nuestro mundo.
Pidamos para que el dolor y el sufrimiento se minimicen. Me duele el dolor ajeno.
Abrazos,
Antonio

Hoy no puedo llorar

Hoy no puedo llorar

y nada lloro.

Sangre seca tapa mis lacrimales,

tapa mis ojos.

No puedo llorar, no lloro nada.

Hay cien mil muertos en Birmania,

cientos en Palestina,

cientos en Irán

y otros miles y miles

dispersos por otros lugares

de este mundo infectado

por la enfermedad de la codicia,

por la bacteria del odio,

y virus de la venganza.

Hoy no puedo llorar y nada lloro.

Sangre de pueblos enteros

tapa mis lacrimales,

ciega mis ojos.

Y aquí los poderosos,

los que tienen el poder

para hacer, no hacen nada.

Que les diremos a nuestros

hijos, a nuestros nietos,

a Dios…

¿Qué nos diremos?

Hemos dejado morir a tanto hermano,

a tanta mujer, a tanto niño, a tanto anciano.

Y no puedo llorar…

Me duelen tanto los ojos

de ver tanto dolor

y, sobre todo,

tanto abandono.

No es hora de llorar,

ya no es la hora.

Es hora de gritar a los cuatro

puntos cardinales,

a los cuatro vientos,

a las cuatro esquinas,

a la redondez elíptica de nuestra tierra.

¡Basta de no hacer nada!

¿Dejarás que tus hermanos

mueran en guerras?

¿Permitirás que tu madre

muera por el terrorismo,

por una bomba?

Abandonarás a tus sobrinos

en un hospital sin medicinas

para que mueran de Sida, de Ébola

u otra enfermedad, quizá del Cólera ?

Darás la espalda a tu padre

en el invierno para que muera de frío?

¿Vas a dejar que tus hijos

mueran de hambre?

Hoy no puedo llorar

y nada lloro.

Es hora de gritar

a los cuatro poderosos,

a los cuatro ricos cardinales,

a bancos, multinacionales

y capciosos que se enriquecen

con el hambre, con el frío,

con el dolor, la muerte ajena.

¡Basta de jugar con nuestra vida!

Yo me reconozco en cada hambriento,

en cada dolorido,

en cada niño, hombre

y mujer violentados.

En cada muerto, me reconozco.

Derribaremos los muros

de vuestro corazón, de vuestra ira,

de vuestro mirar a otro lado,

de vuestro odio.

Derribaremos, si, los muros

levantados por vuestra codicia.

Con nosotros, si, con nosotros,

cuando no vuestros hijos,

vuestros nietos os mirarán asustados

por tanto dolor infringido por vosotros.

Os mirarán doloridos por el dolor ajeno

y os llamarán locos, locos, locos.

Hoy no puedo llorar

y nada lloro.

Pues secaron mis lágrimas

el dolor que ven mis ojos.

Antonio Gancedo

10/05/2008




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